Queriendo ser un faro de paz mental para el mundo y sin darme cuenta, estaba oscureciendo esa misma paz a mi propio equipo
.png)
El liderazgo a menudo se asocia con la búsqueda de poder y control. Muchas películas y programas de televisión retratan a los líderes como individuos que, para alcanzar sus objetivos, ejercen control sobre los demás, generando una dependencia de sus seguidores mediante el uso del miedo.
Si has visto estas películas y, además, tuviste experiencias en tu infancia con líderes autoritarios, con falta de empatía y un enfoque excesivo en tus errores, es posible que hayas desarrollado la creencia de que liderar significa imponer la voluntad de uno sobre otros. Y cuando llegue tu turno de liderar, podrías repetir esos mismos patrones de comportamiento.
A mí me pasó. Desde el instante en que creé "Más Paz Mental", sentí una responsabilidad abrumadora. No solo había invertido capital en esta misión, sino que también había apostado mis sueños, esperanzas y casi toda mi energía en ella.
En mi deseo de llegar a las metas, sentía que cada acción debía ser ejecutada a la perfección: los lanzamientos, las publicaciones, las campañas, cada decisión. Mi obsesión por el éxito de este emprendimiento me cegó, y sin darme cuenta, comencé a imitar los comportamientos autoritarios que había observado a lo largo de mi vida.
Las reuniones de equipo se basaban en señalar cada pequeño error. La excelencia no era una opción, era una demanda. Los miembros del equipo dejaron de ser personas para convertirse en piezas de un tablero que tenía que mover a mi antojo para lograr el objetivo. El entusiasmo que inicialmente movió a los miembros de mi equipo a unirse a "Más Paz Mental" se fue desvaneciendo, y la constante rotación de personal se convirtió en el pan de cada día.
El ecosistema creativo que soñé para "Más Paz Mental" era inexistente. Fue una conversación honesta con un miembro del equipo lo que me hizo parar y reflexionar. Me dijo: "Admiro tu pasión y visión, pero nos sentimos ahogados. Necesitamos volar contigo, no detrás de ti". Al escuchar eso me desmoroné y me empecé a sentir como una impostora.
¿Cómo pretendo ser un faro de paz mental para el mundo cuando, sin darme cuenta, he oscurecido esa misma paz en mi propio equipo?
Guiada por mi admiración hacia Brené Brown, comencé a devorar sus libros, buscando respuestas. Me di cuenta de que liderar no es tener todas las soluciones, sino saber cómo empoderar y confiar en aquellos que te acompañan en la misión. No estaba formando un equipo, lo estaba asfixiando.
El primer paso fue aceptar mis fallas. Durante una reunión, admití cada uno de mis errores frente a mi equipo. Les conté sobre mi nuevo enfoque y les pedí paciencia y apoyo en este proceso. Comencé a practicar la curiosidad y escucha activa, a valorar las opiniones y a entender las metas individuales de cada colaborador.
Reformulé la cultura de "Más Paz Mental". Contraté a una directora de operaciones, Adriana Halvorssen, que me enseñó a generar espacios de diálogo abierto y promover un equilibrio entre lo profesional y lo personal. Pasé de imponer a consultar, de controlar a confiar.
A medida que la atmósfera de la empresa se volvió más positiva, los resultados hablaban por sí mismos.
No solo aumentó la productividad, sino que lo hizo con un equipo comprometido y satisfecho. Mi enfoque cambió: ya no buscaba el éxito personal a toda costa, sino el bienestar colectivo pasó a ser prioridad.
Hoy, soy no solo una “CEO”, sino una embajadora del liderazgo consciente. "Más Paz Mental" no solo prospera en cifras, sino en la dedicación de cada integrante del equipo. Mi trayecto desde una jefatura tóxica a un liderazgo empático ha sido inspirador para muchos. A través de talleres y conferencias, busco ayudar a otros líderes de empresas en su camino de crecimiento. Porque el verdadero liderazgo no se trata de dominar, sino de inspirar y sobre todo, empoderar. Esta es la esencia de "Más Paz Mental".
Existen líderes llenos de heridas que proyectan su dolor en sus colaboradores, utilizando su autoridad para ignorar el bienestar personal de los demás. Este enfoque se basa en una creencia equivocada de que mantener el control absoluto es sinónimo de éxito y eficiencia. Sin embargo, esta mentalidad limitante esconde una serie de obstáculos que impiden el desarrollo de un entorno laboral saludable.
Uno de los obstáculos más comunes es el miedo al cambio. Algunos líderes temen una pérdida de control, un descenso en la productividad o una disminución en el cumplimiento de las metas. Sin embargo, esta visión está basada en la falta de confianza en la capacidad de los empleados para gestionar su propio tiempo y equilibrar sus responsabilidades laborales y personales de manera efectiva.
Otro obstáculo es la creencia arraigada de que el éxito solo se puede lograr a través del sacrificio y la dedicación inquebrantable. Es importante que los líderes comprendan que el bienestar y la satisfacción de los empleados son fundamentales para el éxito sostenible de la organización.
Además, existe el temor subyacente de perder el respeto o la imagen de autoridad si se muestra vulnerable o se permite que los demás establezcan límites. Sin embargo, es importante comprender que la apertura a establecer y respetar límites es una muestra de inteligencia emocional y liderazgo consciente, lo que a su vez genera un ambiente de confianza y respeto mutuo.
Es hora de que nos demos cuenta de que ignorar el bienestar de los colaboradores es un error costoso. El establecimiento y el respeto de límites no sólo promueven un entorno laboral más seguro y saludable, sino que también fomentan la creatividad, la innovación y la colaboración.
Al abrir los ojos a la importancia de los límites, los líderes pueden transformar su enfoque y liderar con empatía y compasión. Al hacerlo, crean un entorno donde los empleados se sienten valorados, respetados y apoyados en su crecimiento personal y profesional. El resultado es un equipo más motivado, comprometido y capaz de alcanzar nuevos niveles de éxito.